El origen del comportamiento es algo que ha fascinado y frustrado a partes iguales a biólogos, psicólogos, neurocientíficos y demás investigadores que han decido poner su atención en esta cuestión. Con el tiempo y gracias a los avances que se han producido en campos como la biología molecular o en el estudio del genoma humano nos encontramos algo más cerca de hallar una respuesta.
¿Por qué es una cuestión importante?
Explicar y conocer las causas últimas del comportamiento serviría no solo para dejar una explicación del porqué de este fenómeno en los textos, sino también para cambiar nuestra percepción sobre muchas de las cosas que damos por sentadas, tanto para bien como para mal. Quizá determinados problemas se podrían solucionar mediante terapias génicas antes de desarrollarse, pero también se correrían algunos riesgos. Algunas personas con problemas de conducta o relacionados con el comportamiento, se podrían quedar con la idea de que son sus genes los que hacen que actúe como actúa, provocando que no tenga ninguna motivación para el cambio, sino más bien una justificación para seguir igual y mantener el problema.
¿Qué dice la teoría?
Si decides ponerte a revisar estudios y papers científicos descubrirás que en muchos de ellos ya se habla de que existe una fuerte relación entre el comportamiento y la genética, derivando uno del otro. El problema es que la genética y el ser humano son complejos y en muchos casos hay resultados contradictorios. Muchos genes, tanto a nivel biológico como psicológico, se desarrollan ante determinadas circunstancias, es decir, ante determinado ambiente. Esto ha hecho pensar a la comunidad científica que los genes en realidad interactúan y se desarrollan dependiendo del ambiente en el que estén inmersos. Prueba de ello son los estudios para determinadas enfermedades y patologías como la esquizofrenia o el síndrome de Turner, en las que ya se ha encontrado una relación entre el desarrollo genético de estas y el ambiente en el que se desarrolla la propia persona.
¿Cómo se ha llegado a estas conclusiones?
Este tipo de estudios no es fácil porque analizar el comportamiento de por sí ya es complicado y, más aún, si introduces la variable genética. ¿Cuál ha sido la solución para este problema? Los estudios con gemelos. Técnicamente su estructura genética es muy similar y, si introducimos diferencias en sus ambientes, podremos observar la influencia que tienen tanto en un gemelo como en el otro. Los resultados que han arrojado estos estudios ponen de manifiesto que no solo el ambiente tiende a desarrollar determinados genes, si no que el periodo evolutivo en el que esté la persona también es importante, siendo los genes más determinantes en etapas posteriores y el ambiente en las etapas más tempranas.
Además, los genes también explicarían determinados comportamientos o predisposiciones a hacer determinadas actividades. Se está planteando que nuestras acciones muchas veces van encaminadas a poder desarrollar y expresar nuestras fortalezas genéticas. Por ejemplo, no sería raro que una persona joven a la que se le dan muy bien los deportes empiece a realizar más actividades deportivas, relacionándose con gente que también le animara a expresar estas cualidades genéticas. Y, por supuesto, este ejemplo también es aplicable a actividades más intelectuales cómo podría ser el ajedrez.
Por lo tanto, las conclusiones a las que ha llegado la comunidad científica, al menos por ahora y teniendo en cuenta que es una cuestión que se sigue estudiando, es que tanto las características físicas como las intelectuales son en gran parte heredadas, y nuestro comportamiento muchas veces se deriva de una predisposición para desarrollar determinados atributos.
El problema de la determinación
Algo que preocupa mucho cuando se suele reflexionar sobre este tema es el determinismo del comportamiento. Si nuestro comportamiento es fruto de nuestros genes actuando, entonces probablemente nuestro pensamiento y nuestras acciones ya estarían predeterminadas y eso significaría que no somos libres y realmente no decidimos nuestras acciones. Por suerte y como indican los estudios, la respuesta es no. Es decir, cabe al menos un grado muy amplio de libertad en el comportamiento pues la predisposición no implica un obligado cumplimiento. El ejemplo más claro al respecto lo encontramos con enfermedades como la úlcera de estómago. Puede que tengas una predisposición genética hacia su desarrollo, pero serán tus condiciones de vida, tu nivel de estrés o el tipo de alimentación, entre otros factores, los que determinen si este problema se desarrolla o no. Con el comportamiento ocurrirá lo mismo.
Puede que tu genética te haya predispuesto a determinado comportamiento y que tu ambiente influya en que un gen se desarrolle o no. Sin embargo, en último término, serás tú quien tenga que decidir si te dejas llevar por esa predisposición o si decides actuar de otra manera.
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