Descubre las 4 posturas básicas para empezar a meditar

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Los beneficios asociados a la meditación están bien estudiados y cada vez más documentados. Es por ello que entendemos que quieras llevar esta práctica a tu día a día para empezar a notar los efectos tan positivos de los que habrás oído hablar. Una duda frecuente de todo principiante es acerca de cuáles son las posturas para meditar más básicas. ¿Es mejor sentado o tumbado? Si es sentado ¿en qué postura me pongo? Con este artículo esperamos arrojar algo de luz sobre estas dudas y que encuentres tu postura ideal.


¿Por qué es importante una buena postura?

No importa el tipo de meditación que practiques, lo más básico y principal es encontrar entre todas las posturas para meditar la que mejor se adapten a ti. Esta postura corporal condicionará en parte tu estado mental y hará que tu respiración pase de ser más superficial a más profunda. Además, una postura cómoda hará más fácil que te centres en la respiración o en la meditación y no en la posible incomodidad que pueda estar sintiendo el cuerpo por una mala postura. Ello a su vez ayudará a alargar el tiempo de meditación si quieres practicar durante un tiempo prolongado.   

En resumen, una mala postura ocasionará distracciones durante la meditación e incluso un malestar muscular durante toda tu sesión.


Cosas que no debes hacer

Al probar posturas para meditar hay algunas que puedes evitar desde el principio. La imagen clásica de persona meditando en una postura parecida a la del loto y con los brazos en las rodillas es algo de lo que deberás huir. Suele representarse la meditación con esta imagen, pero a la hora de ponerla en práctica es una postura que hará sufrir tremendamente tu cuello y espalda, pues no ofrece un buen soporte para la columna.


Postura de rodillas

Antes de comenzar y probar con esta postura, lo ideal es que coloques un cojín entre los muslos y los gemelos para hacerla mucho más cómoda. Además, para evitar dolores innecesarios durante la sesión de meditación te recomendamos poner una manta o esterilla bajo las rodillas. Una vez estés en esta posición, coloca las manos de la forma que te resulte más cómoda, que suele ser sobre las rodillas. Procura mantener la espalda recta, pero no la fuerces pues el objetivo es lograr conservar la curva natural de la espalda sin que esta esté demasiado rígida o encorvada. Escucha a tu cuerpo, lo notarás porque si estás haciéndolo mal comenzarán a aparecer molestias en tu espalda.

Por otro lado, el cuello debe estar relajado, aunque si estás teniendo una buena postura con la espalda esto te será fácil. Debes procurar también mantener la vista al frente con la barbilla dirigida ligeramente hacia el cuello, lo que hará que la tensión de este sea mínima.

Esta es una posición ideal si te cuesta mantenerte erguido en otras posturas de meditación.


Postura sentada

Esta es probablemente la postura más común a la hora de meditar. Lo ideal es usar un cojín para que las caderas queden más elevadas que las piernas y para que estas no se te duerman. Asegúrate de elegir un sitio cómodo y sentarte cruzando las piernas, aunque si esto no te funciona y no te ves cómodo del todo, siempre puedes realizar la sesión en una silla o sillón. En este caso, al igual que en el anterior, la espalda deberá sostenerte firmemente pero no de forma rígida, para ello, busca el punto en el que estés cómodo sin llegar a encorvarte. Puedes colocar las manos sobre las rodillas y llevar la barbilla ligeramente hacia la garganta para no forzar demasiado el cuello.


De pie

Esta es una de las posturas de meditación que más fortalece el cuerpo a la par que la mente, además de ser la opción ideal si te incomoda la meditación sentado. Con los pies apoyados firmemente sobre el suelo, relaja el cuerpo y si notas tensión, deja que esta comience a disminuir. Puedes dejar descansando los brazos y las manos a los lados del cuerpo.


Tumbado

Es una opción que te puede llevar al sueño, por lo que si notas que esto te va a pasar, te recomendamos otra postura. Si no es así, encuentra un sitio cómodo y acuéstate boca arriba, con la cabeza apoyada en un cojín. Mantén las piernas estiradas y relajadas, con los pies cayendo a los lados y los brazos descansando junto al cuerpo, con las palmas de las manos mirando hacia arriba.

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